Chan Chan

La orquesta se esfuerza en derretir con sones caribeños al auditorio, que parece tallado en piedra. Es una bronca entre los viejos dedos arañando canciones calientes y el público, pálido e inmóvil en sus butacas. Tampoco ayuda el escenario, ese coloso incongruente de telones bermellón. Elegancia histórica para los acordes del Chan Chan y la Tula, qué disparate.
Pero el venerable ritmo se abre paso. Un señor de Birmingham comienza a vibrar con ese punto cubano que no suena, se derrama. Siente que unos labios le soplan sensualmente al oído una palabra nueva.
Involuntariamente el primer herido mueve los pies.

No hay comentarios: