tierra conquistada


Sabe que solo tendrá una oportunidad y quiere aprovecharla. Su brazo descansa en el regazo, aparentemente relajado pero, en realidad, un arma lista para lanzarse. Abre y cierra el puño lentamente, como un atleta estirando los músculos. Carraspea, ese extraño aire frio siempre le reseca la garganta, pero intenta no parecer nervioso. No quiere dar pistas, necesita un movimiento certero como el de un asesino.
La azafata ofrece la bebida a su compañero de asiento, una mano se alza para sujetarla.
No le da ninguna oportunidad.
Su brazo se acomoda, triunfal, en el apoyabrazos común del asiento, ahora tierra conquistada.

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