- ¿Para qué? Usted no va a creerme.
- Tú cuéntamelo.
- No hay mucho que contar. Anoche volvíamos a casa, yo iba conduciendo.
- ¿Iban hablando?
- No, escuchando la radio. A ella le encanta el jazz. Le encantaba, supongo.
- ¿Y qué pasó?
- De pronto noté que estaba llorando en silencio. Me miró y dijo algo como: “Ya empieza, cariño. Tengo que volver. No creo que pueda regresar contigo”.
- ¿Y?
- Suena a locura, pero comenzó a irradiar una luz blanca, muy intensa. Y… desapareció. Sus ropas, las gafas, todo cayó al asiento, pero ella ya no estaba allí.
- Claro que te creo. Aparentemente eso mismo sucedió ayer con cientos de personas.
- Tú cuéntamelo.
- No hay mucho que contar. Anoche volvíamos a casa, yo iba conduciendo.
- ¿Iban hablando?
- No, escuchando la radio. A ella le encanta el jazz. Le encantaba, supongo.
- ¿Y qué pasó?
- De pronto noté que estaba llorando en silencio. Me miró y dijo algo como: “Ya empieza, cariño. Tengo que volver. No creo que pueda regresar contigo”.
- ¿Y?
- Suena a locura, pero comenzó a irradiar una luz blanca, muy intensa. Y… desapareció. Sus ropas, las gafas, todo cayó al asiento, pero ella ya no estaba allí.
- Claro que te creo. Aparentemente eso mismo sucedió ayer con cientos de personas.
4 comentarios:
bonitoo
buena este cuento tan corto, las haces tu o de donde las sacas
Quique... esto parece The Leftovers mezclado con Cocoon :-)... pero está bien... ¿cientos? ¿por qué no miles?
A quien hizo la última pregunta: los escribe él, lo que no hace es responder después a los comentarios así que mejor te lo digo yo :-D
Lo siento por responder tan tarde... Sí todos los cuentos del blog son míos. Me alegro de que les gusten :)
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