No está orgulloso, pero sigue haciéndolo cada noche. Se considera esclavo de una obsesión. Desde la ventana del baño, espía el cuarto rosa donde la hija de los vecinos se cambia, casi siempre con las cortinas abiertas. Se dice que ella no tendrá más de quince, pero considera que no hace nada malo, solo la mira.
De pronto adivina una silueta en una ventana de enfrente. Parece el vecino, medio escondido en las sombras. Por el ángulo de visión, ¿no está mirando la habitación de su hija, en la segunda planta? El problema se complica cuando sus miradas se cruzan.
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