Roberto cierra la puerta del taxi y se limita a decir “al aeropuerto”. Comprueba la hora y por fin se relaja un poco mientras es conducido calle abajo. Intenta recordar lo último que le ha dicho Marisa. A saber. Ya la llamará por la noche. El interminable crujido de la emisora alterna voces aburridas y estridencias. Minutos después, en una confusa ráfaga de voz le parece oír su propia dirección. Extrañado, atiende al mensaje. La señora lleva cinco maletas (crujido), tiene mucha prisa. Una pausa y Roberto entiende que Marisa le deja.
Mira el reloj.
Imposible volver, perdería el avión.
2 comentarios:
Glorioso, realmente glorioso!!!
Blosco
Jejeje, los radio-taxis van a tener problemas con lo de la Protección de Datos...
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