Tenías razón, amor, no era buena idea hacerte una fiesta sorpresa. Lo dijiste muchas veces todos estos años: que nunca te organizara nada parecido. Pero, ¿qué sentido tiene obedecer algo así? Parecías tan tensa, tan frágil, que pensé que necesitabas un momento catártico y relajarte. Subestimé tu miedo a la oscuridad, el pánico de creerte atrapada con un intruso en el apartamento. No llores, amor. Te prometo que lo he entendido. La certeza de mi error es este hermoso palmo de acero inoxidable que, aterrorizada, acabas de hundir en mi vientre. Mientras se encendían las luces
y todos gritábamos
sorpresa.
y todos gritábamos
sorpresa.
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