Como en su segunda juventud Patricio se había estado beneficiando a la esposa del director de la Academia, no fue hasta la muerte de éste que le concedieron el merecido premio por su obra.
De pie junto al atril, estaba a pocos segundos de vengar esta terrible espera con un discurso tan hostil e inflamado que el verdadero reto era averiguar cuánto tardarían en hacerle bajar. Miró al respetable y sintió dudas. Tomó aire y lentamente fue poseído por ese espíritu inane que a veces transforma la voluntad de aquellos que son reconocidos.
- Queridos amigos, es un honor recibir
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